martes, 5 de noviembre de 2013

DIONISOS

DIONISOS

Una vez más el desamparo, la tristeza, el abandono. Una vez más el sueño que se cubre de limo y se extiende sobre los médanos del tiempo. Una vez más el dolor que nos despoja las defensas, pobres barbacanas derruidas sobre fosos de aire, inconsistencia de todo lo mutable, de todo lo que ayer pareció inmenso, de todo cuanto creí indestructible fortaleza de lo eterno. Y sólo fue cúmulo de dados en la arena, dados en manos de los Dioses, arena sobre el tablero de la vida, juego de azar sobre el temporal de la impermanencia. Una vez más, Naxos sólo es ribera de orfandad.

Y tú apareciste entonces, Dionisos, revestido de luz en la negrura, avanzando hacia mí con tus pasos de dios y tu risa de pífano tendida sobre el aire. Tú, Dionisos, regocijo del alma, avanzando hacia mí con túnica tejida de alborozo, con sandalias de dicha sobre mi orilla de repudio. Tú, Dionisos, que hoy llegas a mí, y me tiendes las manos, y sujetas mis penas. Tú, que colmas mi sed con el vino de tu magnanimidad. Tú, que abrigas mi soledad con el manto de tu magnificencia. Tú, que me entregas un ovillo de alegría, para que mi espíritu encuentre el final del laberinto en que se encuentra.


Ahora, pides que te acompañe, ¿cómo no seguirte, Dionisos?, ¿cómo no abrazarme a tu nobleza? No es mi piel la que te reconoce, no es el loco deseo, ni la pasión que arrasa mis sentidos…No. Es el alma que se me vuelca, plena de luz, en este encuentro. Y me yergue ante ti, y me impulsa a la entrega de todo cuanto soy, dádiva de mi ser, don de mi vida, ímpetu de mi cuerpo. No tengo más para ofrecerte, sólo esta decisión de ser para ti gracia, don, regalo. Adónde tú me lleves, adónde yo te siga, porque tu risa me embriaga, me despierta, me resucita. Intuyo que tu voz siempre será senda de gozo, y en las manos que me tiendes vislumbro el júbilo del camino, de este camino que se ondula en el tiempo y vuelve y nos atrapa, una y otra vez, peregrinos del albur de los Dioses. Aunque lleguen días de sombra,  pues siempre aparecen sombras en nuestras vidas,  en nuestra larga travesía a través de los siglos, contigo será fácil alcanzar el rumbo de los astros. Y Naxos quedará atrás. Naxos será, tan sólo, un punto de inflexión en este destino que nos une.