lunes, 24 de octubre de 2011

MARÍA SANGÜESA: EDAD DE LA INOCENCIA






EDAD DE LA INOCENCIA

Pegasos, lindos pegasos,
caballitos de madera.
(Antonio Machado)

Perdimos─ sobre tiempo deshojado─
la edad de la inocencia.
Huyeron de tus ojos temblorosas ternuras
de quebradas arenas y relojes
marcando destinos fugaces.
Van danzando en calimas inasibles pasados
entre vientres marinos,
bajo nubes tendidas en los pliegues del agua.

La edad de la inocencia nos atrapa
con palabras liberadas al aire…
Pegasos de aladas alburas,
grupas de recuerdos, cascos de cristal,
galopar del tiempo─ frágil transparencia─
con inverso rumbo al hoy que habitamos.
Carrusel de vida que rueda entre ecos
y ejes de nostalgia de eterno girar.


viernes, 21 de octubre de 2011

MARÍA SANGÜESA: OLIVARES


OLIVARES

No sé

si la savia de mis venas

es la sangre del olivo

y las vueltas de almazara

sudor y soles exprimen

de los soles florecidos

en los surcos de mi cuerpo

y este canto que me quema

es desgarro y rota tierra

redonda de duros llantos

en negras cuentas de olivo.

No sé

si entre lunas muere el alma

en larga espera de alcuzas…

Licuados sueños de aceite,

capazos de hambre y esparto

de amplias bocas desdentadas

que aguardan, piden y tragan

fatigas de jornaleros

bajo soles despiadados

sobre terrones de greda

y miseria hecha salarios.

domingo, 16 de octubre de 2011

MARÍA SANGÜESA: HOJAS BLANCAS


HOJAS BLANCAS

A veces, esta espera de que pasen

los días, cabalgata de tiempo

enredada en las horas

sin rumbo definido, imprevisible

desfile de relojes

anudados a hojas blancas, vírgenes

caminos que se extienden

como helados paisajes

frente a la voz dormida de unas manos

sin vuelo de palabras

donde posar los sueños, ni añoranzas,

ni los gritos, ni la encendida rabia…


A veces, sobre las hojas blancas

nos anega, implacable

-con su filo de muerte como meta,

vestida de silencios, descarnada-

la cruel desesperanza que se vierte

entre mudos arroyos desecados,

infértiles caminos

que vomitan su sed y su vacío

sobre la nada.

Y en la espera de no se sabe qué,

ante la voz perdida,

se marchitan las letras y los versos

tan sólo son ácidas cenizas de palabras.