jueves, 24 de enero de 2008

Francisca Blazquez



Pocas veces, muy pocas, llegamos a sentir que nos encontramos ante un ser excepcional. Francisca lo es.

Su obra, en cuanto a su técnica pictórica, es de una enorme calidad plástica, consigue un cromatismo intenso y espectacular. Su maestría con el color es deslumbrante, sabe utilizar los acrílicos con una soltura y una precisión paradigmáticas. Las transparencias que logra son mágicas, técnicamente impecables, perfectas como muy pocas veces he conseguido apreciar en el mundo del arte. Las vibraciones que desprenden sus colores, con frecuencia contrastados con la hondura de lo oscuro, mueven a la emoción de quien contempla su obra.

El equilibrio compositivo de sus formas geométricas y armónicas se sucede sobre todos sus lienzos, con una estética formal de pura arquitectura cósmica.

Cada cuadro, después de haber sido apreciado en su contenido técnico, nos induce a una reflexión que va más allá de lo meramente intelectual, puesto que nos conduce hacia otras dimensiones, poco exploradas en este mundo material que nos rodea, nos adentra en territorios de una profunda espiritualidad.

Recorrer, con detenimiento, una exposición de Francisca es realizar un verdadero viaje iniciático. Especialmente en el lugar que ha elegido esta vez, El Club Naútico de Los Arroyos, en las proximidades de El Escorial, sobre una fértil tierra que se asoma a las aguas envuelta en un aire fresco y limpio, y que, desde la noche, nos hace presentir ya el fuego solar, espejeando sobre el quieto embalse. De sus cuadros se desprenden ecos fuertemente herméticos. Allí están contenidas filosofías directamente entroncadas con la Cábala, el Talmud, y la Biblia , pero expresadas desde una óptica distinta. Podría decirse que desde su particular imaginación, pero es algo más que eso, es sabiduría.

Su creatividad es tan intensa que canaliza, como una medium, la energía del Universo adentrándose en dimensiones inexploradas, con una decisión y una valentía asombrosas.

El camino que ha elegido seguir Francisca con su Dimensionalismo es arduamente difícil. Reflejar el mundo angélico, el juego cósmico de las refracciones lumínicas, la fuerza de los siete rayos de poder cromático, todo un canto al esoterismo y a la ciencia hermética, en un mundo tan terriblemente enraizado en valores meramente materiales, como es éste en el que nos ha tocado vivir, resulta un acto heroico. Y admirable.

Sus conocimientos sobre física cuántica y matemáticas también resultan evidentes. Ella es una mezcla de alquimista, hada y científica. Aunque también podríamos decir que se trata de un ángel que ha tomado forma humana para transmitirnos el mensaje de que hay otros mundos, otras dimensiones espirituales, que nos pueden salvar de esta asfixia material, de este vertiginoso deslizarse por la pendiente de la decadencia, de la carencia de auténticos valores éticos y estéticos. Valores que siempre deberían primar, sobre cualquier otro tipo de interés, en el ser humano.

Su sensibilidad y su versatilidad como artista multidisciplinar, ya que también es escultora, orfebre, grabadora, fotógrafa y poeta, nos hacen ver que su fuerza creativa es excepcional, que nos encontramos ante una mujer que es puro arte, que es un auténtico ser de luz.

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